No siempre es fácil enfrentarse a los restos del pasado. Nuestras vidas cotidianas en el mundo contemporáneo nos alejan inevitablemente de aquellas formas de vida que ya han desaparecido. Reconocemos la magnificencia de los edificios, nos sorprendemos de su presencia pero, en realidad, son una especie de enigma impenetrable replegado en su propia historia. Pero si nos tomamos el tiempo necesario y si tenemos la fortuna de que nos acompañe algún amigo entendido, quizás las cosas resulten de otra manera. Basta con dejar que la imaginación haga su trabajo y nos lleve de viaje en el tiempo: los restos se revelarán como el gran escenario en el que ocurrieron hechos memorables y, de repente, nos parecerá que, en realidad, no ha pasado tanto tiempo.
PERMANECER: Ibiza
Pasar un día entero en la playa es algo que todos hemos hecho alguna vez. Llegar pronto y marcharse de noche. Es cierto que si se trata de una playa abarrotada de gente o muy ruidosa, no apetece estar mucho tiempo. Pero si conseguimos llegar a esa cala perfecta en la que estamos casi solos, el cuerpo pide que le demos horas. No hay ninguna otra cosa que hacer más que estar allí: sentir el calor del sol, bañarse, pasear, volver a bañarse, mirar a lo lejos, mirar a lo cerca… Poco a poco la luz va cambiando y comienza a refrescar. Después de haber pasado el día con muy poca ropa, llega el momento de vestirse, de cubrirse ligeramente y de prepararse: ha llegado el gran momento en el que el sol cae sobre el horizonte. Escogido el lugar perfecto, no hay otra cosa que hacer que dejar pasar el tiempo y permanecer en ese lugar en el que el espectáculo del cielo y el mar parecen infinitos.
Foto: Juan Vaquero, Ibiza. Cala de Benirrás (2008)
LLEGAR: San Lorenzo del Escorial
A veces, hay que desviarse de los caminos más comunes para llegar a los lugares que queremos visitar. En esas ocasiones, el tiempo del viaje sirve para tomar distancia y ver las cosas de otra manera. Llegar hasta el lugar es una forma de prepararse, de dejarse llevar para tener una experiencia auténtica. El gran palacio monasterio que el rey Felipe II construyó está alejado de la capital en El Escorial y para llegar, hay que adentrarse en la sierra de Madrid. Salir de la gran ciudad, hacer este camino de poco menos de una hora y observar cómo cambia el paisaje, cómo se aleja el punto de vista, ayuda a entender por qué el rey decidió retirarse hasta este paraje tan especial.