Su visita es casi obligada, pero está claro que no vale cualquier tipo de visita. Nosotros proponemos una muy especial, deteniéndonos en lo mejor y más interesante que puede ofrecernos este gran museo. No será una visita con prisas, será pausada y esencial, y lo suficientemente enriquecedora para que nunca se nos olvide que ese cuadro lo vimos en el Museo del Prado. Acompañados de guías con una visión particular y meditada sobre la Pinacoteca, disfrutaremos de la pintura y de todo lo que conlleva una visita a un lugar lleno de historias y de belleza.
A la colección del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, una de las más prestigiosas del mundo, se ha unido también la de su mujer, la baronesa Carmen Thyssen-Bornemisza. Ambas colecciones se pueden contemplar en el Palacio de Villahermosa, uno de los antaño fastuosos palacios madrileños, rehabilitado por el arquitecto Rafael Moneo y abierto al público en 1992.
El Thyssen –como lo suelen llamar los de madrileños- suele asimismo acoger exposiciones temporales en una programación imprescindible, que nos obligan, como si de una interminable clase de historia del arte se tratara, a volver a pasear por sus salas, una y otra vez.
Creado a instancias de Clotilde García, viuda de Joaquín Sorolla, en 1932 abre sus puertas como Museo el edificio que en origen fue la vivienda donde el artista pasó sus últimos años de vida. El mismo Sorolla se encargó de su diseño: un gran número de amplias y luminosas habitaciones, rodeadas en todo momento por un frondoso y alegre patio de traza andalusí, donde se resume toda la tradición de los jardines de Sevilla y Granada.
Además de su obra, el museo alberga parte de la colección privada del artista: esculturas de Benlliure, Rodin o Bloy, y la obra pictórica de José de Ribera, Mariano Fortuny o John Singer Sargent acompañan las obras de nuestro anfitrión.
Las corrientes más transgresoras contextualizan el núcleo expositivo con las obras de los mejores artistas internacionales. Cubismo, Surrealismo, Dadaísmo, Expresionismo,… espléndidos ejemplos de las llamadas Vanguardias Históricas conviven con las obras de los artistas más contemporáneos y de mayor actualidad.
Viajero incansable, reunió una completa y maravillosa colección de objetos artísticos de todo tipo. Desde obras del Bosco, El Greco, Velázquez, Goya o Murillo, hasta joyas, textiles, platería, arqueología, mobiliario, numismática, y marfiles. Una colección propia de una compulsión a la que se le quiere poner orden.
Al decidir en 1903 fijar su residencia en Madrid, mandó construir el palacete que hoy alberga el museo y toda su colección de arte. Una residencia a la moda, en perfecta sintonía con el carácter intelectual y moderno de sus propietarios, y a la cual el Marqués de Lozoya consideraba como uno de los más suntuosos ejemplares de morada señorial madrileña.
Museo Cerralbo Proyectado más como galería visitable y escenario de fiestas que como vivienda propiamente dicha, los ricos salones del palacete madrileño, mandado construir a finales de siglo XIX por D. Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII Marqués de Cerralbo, conservan casi íntegramente su estética y decoración original y los particulares montajes y disposiciones con las que este particular coleccionista se mostraba a partir de sus posesiones.Zurbarán, El Greco, Alonso Cano, Bronzino o Tintoretto son sólo algunos de los maestros cuyas obras enriquecen la colección de este incansable viajero y apasionado arqueólogo.
La doble visita al Museu Picasso, ubicado en cinco grandes mansiones medievales en el Barrio Gótico, y a la Fundació Miró, obra del gran arquitecto racionalista Josep Lluís Sert en plena montaña de Montjuïch, da pie para hablar de arte, arquitectura, urbanismo y compromiso con una ciudad.
En 1883 D. Máximo Díaz de Quijano, indiano enriquecido en América, encargó a Gaudí el diseño de un hotelito junto al palacio de Sobrellano, residencia del Marqués de Comillas. El apartamento de verano, que en origen se denominó Villa Quijano, pasó a conocerse como “El Capricho”, un auténtico antojo fantasioso cuyos colores y formas arborescentes hacen que se mimetice con su entorno natural.
El Capricho fue concebido como un heterogéneo palacete de descanso, en cuyos imaginativos rasgos orientalizantes y medievales se aprecia la influencia del arte neomudéjar.
Las grandes aficiones de su dueño, el cuidado de plantas exóticas y la música, quedan patentes en la rica ornamentación arquitectónica del palacete. En sus delicadas vidrieras podemos apreciar imágenes de animales e insectos acompañados de instrumentos musicales, como el vitral de la libélula y la guitarra o el del gorrión sobre un órgano.
Barcelona tiene una intensa actividad en torno al arte actual, con una sólida red de galerías, ferias de arte y prestigiosos museos y centros de arte como el MACBA, Museu d’Art Contemporani de Barcelona, el CaixaForum, la Fundació Miró o la Fundació Tàpies. Conocerlos de la mano de los mejores profesionales del sector es todo un privilegio: en una ruta personalizada de museos y galerías de la ciudad o encuentros con artistas, según los intereses del viajero.
Un recorrido por los más bellos jardines de los tradicionales pazos de la región de Pontevedra nos descubre la naturaleza traída de otros mundos que da fe de la condición de emigrante de ida y vuelta del pueblo gallego. La visita combina la delicadeza de la naturaleza cultivada y la rotundidad de la piedra de estas arquitecturas nobles para terminar, por ejemplo, con una cena privada en uno de los pazos, servida por un restaurante galardonado con una estrella Michelin.
Para salvar del expolio joyas como el Pantócrator de Sant Climent de Taüll –la gran obra maestra de la pintura románica– en 1920 fueron trasladados al Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) donde se han conservado desde entonces. Además de la magnífica colección de arte medieval europeo, su emplazamiento en el Palau Nacional de Montjuïc, con vistas sobre la ciudad, convierten su visita en imprescindible.
Cristóbal Balenciaga es, para muchos, el verdadero padre de la alta costura. Su museo cuenta con una colección de más de 1200 piezas, cedidas en gran parte por el que fuera su discípulo, Hubert de Givenchy. Está situado en su ciudad natal, en la villa pesquera de Getaria; según el New York Times uno de los lugares del mundo de obligada visita.
Te invitamos a verlo de la mano de una reconocida diseñadora de textiles: juntos admiraremos esos juegos de volúmenes y asimetrías que eran las creaciones de Balenciaga, las que tanto entusiasmaron a la alta burguesía y aristocracia españolas primero y al mundo del diseño y el glamour poco después.
¡Los famosos restaurantes del puerto, el lugar perfecto para acabar la mañana!