En la ciudad de Trujillo nació Francisco de Orellana, descubridor del río Amazonas, o Francisco Pizarro, quien mandó edificar iglesia y capellanía, construyéndose el Palacio de la Conquista como recordatorio de la procedencia extremeña de uno de los últimos avanzados en tierras americanas del entonces imperio Español. Gran patrimonio trajeron de las Américas los indianos, que no sólo levantaron palacios y residencias señoriales, sino que colaboraron en la construcción de capillas y hospitales, edificios de los que aún podemos disfrutar cuando caminamos por sus intrincadas callejuelas.
El monasterio jerónimo fue construido a principio del siglo XV evidenciando –con un claustro gótico y otro renacentista- el cambio de estilos de la época. En el Cuarto Real, construido por Gaspar de Vega a mediados del XVI según las instrucciones del emperador, destaca la sencillez y la lógica distribución para un retiro religioso, situado junto al altar de la iglesia bajo el cual el emperador pidió ser sepultado. Y allí permanecieron sus restos hasta que su hijo, Felipe II ordenó su traslado al Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial.
Laderas y valles densamente poblados por bosque y matorrales; zonas altas culminadas por cresterías y cantiles rocosos donde anidan buitres leonados y los alimoches; zonas más llanas en las que se abren extensas dehesas y fincas pobladas por encinas y alcornoques, clara muestra del aprovechamiento ganadero sostenible del monte mediterráneo… Entre su fauna destacan vertebrados como el ciervo, el jabalí, el tejón, la gineta, el gato montés o la nutria, además de contar con distintas especies de anfibios y reptiles.
Monfragüe es junto con el Parque Nacional de Doñana, el espacio natural protegido que posee un mayor atractivo y posibilidades para la observación de aves, con una variedad y densidad de aves rapaces, tanto rupícolas como forestales, sin parangón en todo el continente.
Efectivamente, Isabel la Católica sentía profunda devoción por esta Virgen y vino en varias ocasiones durante su reinado. De entre las joyas que se conservan en el monasterio, obras de El Greco o Luca Giordano, preciosos libros miniados producidos en el propio scriptorium del monasterio, la más espectacular es sin duda la sacristía decorada con las pinturas que los monjes encargaron a Francisco de Zurbarán, siendo la imagen de San Jerónimo que allí se conserva una de las más bellas de toda su carrera.